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    HISTORIA DE LA HERMANDAD DEL SANTÍSIMO CRISTO DE LA VERA CRUZ Y MARÍA SANTÍSIMA DEL MAYOR DOLOR EN SU SOLEDAD .

    Los primeros datos documentados sobre la primera hermandad de penitencia de la Puebla de Cazalla, se remontan a mediados del siglo XVI. Sin embargo, su antigüedad no había podido ser fijada más allá del año 1.647, como la misma organización llego a afirmar cuando afronto su reorganización a finales del siglo XVIII, referencia que se ha venido manteniendo prácticamente hasta nuestros días. Los importantes, interesantes y hasta ahora desconocidos testimonios documentales conservados en los archivos de protocolos notariales, especialmente los correspondientes a nuestra localidad hoy depositados en las dependencias de la Biblioteca Municipal de Morón de la Frontera, nos ofrecerán continuas y gratas sorpresas. Ha sido uno de los innumerables testamentos el que nos ha permitido constatar que esta cofradía ya estaba presente en nuestra localidad al menos en el año 1.550. Se trata concretamente del testamento de Juana Martín mujer del carpintero Francisco Fernández. Fue otorgado el día 14 de diciembre del citado año y en el dejo ordenado a sus albaceas y herederos de los bienes que había dejado pagaran a las” (…) Cofradías de la concepción de ntra. Señora e de la Bera Cruz a cada una de ellas lo que está por hordenanças (..)”. Indirectamente, otros testimonios escritos confirman que esta cofradía de la Vera Cruz habría sido organizada en la desaparecida ermita y hospital de Nuestra Señora de la Concepción (situada en la plaza vieja). Esta circunstancia no es nada extraña si tenemos en cuenta la especial relación que a lo largo de la historia ha existido entre las cofradías de la concepción y de la Vera Cruz, normalmente establecidas a lo largo y ancho de la diócesis sevillana en ermitas y hospitales donde llevaron a la práctica su amor a Cristo atendiendo a los más pobres siguiendo así el ejemplo de San Francisco. En estos pequeños hospitales desarrollaron una intensa labor asistencial a favor no solo de sus hermanos sino también de todas aquellas personas enfermas y necesitadas de auxilio material y espiritual tanto de la localidad como de transeúntes que recibieron de ellas la ayuda necesaria en forma de alimentos, vestidos, cobijos, asistencia médica y de botica o simplemente los acompañaron a la hora de su muerte trasladando su cadáver al cementerio y rezando por su alma. Los documentos redactados por los antiguos escribanos públicos (los actuales notarios) dan fe y por tanto verifican que nuestra cofradía de la vera cruz no pudo fundarse en el monasterio y convento de nuestra señora de la candelaria (vulgarmente conocido como convento de la victoria) pues este edificio y sus construcciones anexas no habrían empezado a construirse aun en el 1550. Cinco años más tarde en el 1555 estará terminado y se entregara a la comunidad de religiosos mínimos de San Francisco de Paula, en el que permanecieron hasta mediados del siglo XIX, abandonándolo definitivamente el día de todos los santos, 1 de noviembre, del año 1835 en cumplimiento de las medidas desamortizadoras aprobadas por el gobierno liberal. El 18 de enero del año 1550 el cuarto conde de Ureña, Juan Téllez Girón, visitara nuestra villa para escoger personalmente el lugar donde habría de construir el monasterio e iglesia de nuestra Señora de la Candelaria, señalando el terreno que actualmente ocupa mediante una cruz de madera que clavo “(…) en un llano e prado q está detrás de Sant Sebastián y en frente de la hermyta qesta en la dehesa del Concejo que dice Sana Ana junto a un pozo de Bartolomé Gutiérrez (…)” . El viernes 1 de Febrero de 1555 víspera de la festividad de la candelaria hizo entrega de la iglesia de los padres mínimos en un solemne acto en el que estuvieron presentes el Conde de Ureña, su esposa e hijos, y el provincial de la orden junto a los frailes que constituyeron la primera comunidad. Una vez instalados los frailes, los cofrades de la Vera Cruz se trasladaran al convento y establecerán en el su nueva sede situando la imagen titular del Cristo en un Altar o Capilla privilegiada de la iglesia donde construyeron bóveda para el enterramiento de sus hermanos. En torno a estos conventos franciscanos a la devoción al Vía Crucis y a la Santa Cruz se desarrollaron prácticamente todas las cofradías de la Vera Cruz teniendo en el clero regular seguidor de San Francisco a su principal valedor, de manera que muchos de ellos ocuparan cargos en sus juntas de gobierno. Esta hermandad no va a ser una excepción y así, en 1604 aparece documentado que el Corrector del monasterio fray Francisco de Aguilera, ocupaba el cargo de Hermano Mayor al cual vemos presidiendo su estación de penitencia la noche del Jueves Santo por los alrededores del convento, procesión que entonces era de “disciplina” es decir con penitentes que se flagelaban las espaldas acompañados de hermanos “de luz” que los iluminaban con velas o cirios, todos en torno a la imagen del Cristo de la Vera-Cruz. A partir de este momento la cofradía experimentara un importante auge recibiendo los favores de sus cofrades y de muchos devotos. Estos con frecuencia consignaran en sus testamentos la entrega de importantes limosnas y donativos para esta cofradía eligiéndola para que sus hermanos acompañaran el cuerpo del donante difunto el día de su entierro a cambio de una limosna o para ser enterrados en su capilla si tenían derecho por ser hermanos de ella o simplemente por haber sido esta su última voluntad. Desde mediados del siglo XVI crecerá en devociones y en patrimonio hasta prácticamente el último tercio del XVII momento en el que aparecerán en la localidad nuevas cofradías con las que habrá que competir devocional y económicamente, entrando en tal estado de postración que prácticamente supuso su desaparición a mediados del siglo XVII. La pérdida de sus documentos más antiguos confirmada ya en 1789 por sus mismos hermanos y la destrucción, apropiación indebida y expolio de la mayor parte de la documentación producida desde entonces hasta prácticamente nuestros días impiden conocer con mayor exactitud su evolución a lo largo de los siglos. No obstante algunas de las causas que aceleraron su ocaso han quedado reflejadas en el cabildo de 20 de marzo de 1789 presidido por el corrector del monasterio fray Miguel de Quirós. En esta reunión se reconocerá que la devoción al santísimo Cristo de la Vera Cruz se había fomentado en los últimos años con singular fervor “(…) levantándose de la experimentada decadencia que ha tenido en los años tan calamitosos que ha sufrido este pueblo a la que ha contribuido en mucha parte la desidia de los hermanos en el gobierno económico de dicha hermandad (…)” y que el ultimo cabildo del que tenían constancia era celebrado en 1744 cuya acta se contenía en un libro que se iniciaba en 1653 el cual no ha llegado que sepamos a conservarse en el actual archivo de la hermandad. Será en el citado cabildo de 20 de marzo de 1789 cuando se acuerde la reorganización o “(…) revalidación, nueva erección o como mas aya lugar (…)” de esta hermandad con el titulo de Hermandad del Santísimo Cristo de la Vera Cruz y María Stma de los Dolores, comenzando al poco tiempo la confección de unas nuevas reglas, tarea a la que se dedicaron fray Juan Gutiérrez y el hermano Fernando Martagón quienes previamente habían sido designados para esta labor por los propios reorganizadores. Redactadas las reglas Serán sometidas a la preceptiva aprobación de las autoridades eclesiásticas (Provisor del Arzobispado) y civiles (Consejo Real de Castilla) nombrándose mientras tanto a un Mayordomo (Fernando Martagón) y dos Oficiales o Diputados (Fernando Andrade y Francisco Ximenes) para que se ocupasen del gobierno de la Cofradía. Las nuevas Constituciones o Reglas fueron aprobadas por el Cabildo de hermanos en sesión celebrada el 1 de agosto de ese mismo año, si bien tuvieron que ser modificadas posteriormente y vueltas a aprobar el 6 de abril de 1.792 a instancias del Provisor del Arzobispado que, no obstante, condiciono la concesion de su licencia a la previa obtención de la del Consejo de Castilla. En ese importante texto, base de su gobierno y funcionamiento, la cofradía afirma que por “(…) segunda vez ha querido salir al aplauso del mundo la venerable Hermandad del Santo Cristo de la Vera-Cruz (…) viendose por altas providencias movidos los animos, que con mas indigencias se hallan, para que resuciten aquellas muertas cenizas, a que la intemperie de los tiempos ha dado causa (…)”, alegando tres motivos principales para su reorganización: “(…) la obligación al Divino Culto, por el reconocimiento que todo cristianodebe tener a la Pasion y Muerte de nuestro Redentor Jesucristo (…), el favor, interes y amparo, que por eso tendran, no llevando otro fin, que la adoración a dios (…) y, nel tercero, que siempre viva y resplandezca esta Santa Hermandad, porque quien podra dudar de este modo se excitara mas y mas, la devocion y culto a esta Santa Imagen?(…)” En las Reglas establecieron que no todas las personas podian pertenecer a la Cofradía, aunque no existio discriminación por razon del sexo. En la Hermandad podian ser admitidos hombres y mujeres, siempre y cuando fuesen cristianos viejos (no conversos ni moriscos). Quedaba prohibida la entrada de personas consideradas como de mala raza (mulatos, gitanos, negros, etc.) y de quienes hubiesen sufrido presidio. Tampoco podian entrar quienes con su comportamiento (borrachos, jugadores, mujeriegos, amancebados, etc) pudieran perjudicar la integridad y buen nombre de la hermandad. Para ingresar era preciso presentar una solicitud o “memorial” . Previo estudio de la conducta y constumbres del solicitante, el cabildo decidiria sobre la admisión o rechazo del mismo. Una vez admitidos, los hermanos disfrutarian de los siguientes derechos y obligaciones: 1) si el hermano se encontraba a las puertas de la muerte, otros ocho hermanos con cirios acompañarian alumbrando al viatico hasta el lecho del moribundo, 2) en caso de fallecimiento se le dirian diez misas rezadas y una cantada con doble 3) acompañar a los hermanos difuntos el día de su entierro y 4) recibir los santos sacramentos en comunidad las festividades del 3 de mayo (día de la invencion de la cruz), Jueves Santo y Corpus Christi. Por su parte, la hermandad estaba obligada a: 1) colabo rar con la fabrica parroquial en La instalacion del monumento eucarístico del Jueves Santo aportndo tres libras de cera 2) predicar anualmente un sermón al Cristo de la Vera Cruz y la Virgen de los Dolores 3) celebrar misa cantada el día de la invención de la cruz (3 de Mayo) 4) acompañar al santísimo en la procesión del Corpus Christi. En estas primeras reglas de la reorganizada hermandad nada se dice sobre la procesión del jueves santo ni de la celebración de Vía Crucis u otros cultos distintos a los señalados en ellas. Para su mejor gobierno si acordó hubiese un Mayordomo o Hermano Mayor, dos claveros, un secretario y un muñidor. El primero sobre el que recaía la máxima autoridad tenia a su cargo la administración de los bienes de la cofradía, presidir los cabildos y dirigirse a las autoridades civiles y eclesiásticas. En su poder se encontraba un arca de tres llaves y tres libros que custodiaban en aquella: uno de entrada de caudales, otro de salidas y por ultimo el de las cuentas que tenían que rendirse ante el Visitador General del Arzobispado. Los Claveros elegían junto al Mayordomo, a los hermanos mas idóneos para que formasen sobre las solicitudes presentadas por quienes aspiraban a pertenecer a la cofradía y colaboraban con el Mayordomo. El secretario levantaba el acta de los acuerdos adoptados en los cabildos y recibía las solicitudes de ingreso de los nuevos hermanos. Una vez confeccionados las nuevas reglas, los oficiales interinos las sometieron el día 1 de agosto de 1789 a la aprobación de los demás hermanos reorganizadores quienes las aceptaron en su totalidad, acordando “(…) se copie de buena letra y buen papel para que luego que este copiada se firme por los que saben y se remita al juzgado de dicho sr. Juez sin perdida de tiempo para su aprobación (…)” Lentamente la cofradía inicia su nueva andadura. Obtiene de la comunidad de religiosos Minimos de San Francisco de Paula, mediante donación y previa licencia del Padre Provincial, un terreno anexo a una capilla (que actualmente posee) para sus imágenes. La escritura de donación fue otorgada ante Francisco José Rodriguez, escribano publico de La Puebla de Cazalla el sia 29 de enero de 1797,y aprobada por el cabildo de hermanos el 26 de febrero de ese mismo año. Con esta donación los franciscanos se constituían en los principales valeedores de la Hermandad en esta fase reorganizadora, contribuyendo a su permanencia en la iglesia conventual. En dicho cablido también se decidió reunir los materiales necesarios para las obras de construcción que se iniciarían “(…) a la mayor brevedad (…)” a partir del mes de abril. La vida de esta Hermandad en el periodo comprendido entre los años 1800 y 1813 en los que se sufrió la invasión del ejercito francés es precticamente desconocida pues solo se han conservado en su archivo unos escuetos testimonios documentales que se reducen a la elección de los oficiales y aprobación de sis cuentas en los cabildos que tuvieron lugar en los años 1800, 1804, 1806, 1807, 1808 y 1809, sin que en ningún momento se indiquen las cifras de los ingresos y gastos. Lo mismo puede decirse de los años 1814 a 1828 y del periodo de 1829 a 1836. Será a partir de 1838 cuando las actas de los cabildos celebrados desde entonces reflejen una cierta estabilidad en el funcionamiento de la hermandad recogiéndose en ellas datos de mayor interés que los meramente económicos o sobre elección de los cargos directivos. El primero de mayo de 1808, el cabildo de hermanos va a acordar una modificación de las reglas añadiendo un nuevo capitulo (el séptimo) en el que son ampliados los derechos de todos los hermanos al llegar la hora de su muerte. En este nuevo articulo se aprueba sufregar otras cuatro misas rezadas. Los derechos se verán incrementados en el cabildo de 24 de junio de 1814 celebrado en el domicilio del mayordomo. En el transcurso de la reunión se van a tratar asuntos relacionados con el entierro de los hermanos y las obligaciones económicas que estos tenían para con la hermandad y de esta para con aquellos. Esto supuso una novedad en sus relaciones pues significaba una importante modificación de las reglas por las que hasta enconces se regian. Así, el Mayordomo será el único Oficial facultado para decidir si un hermano difunto tenía o no derecho a ser enterrado a costa de la Hermandad. A tal fin, debería tener en cuenta si estaba o no al corriente en el pago de sus obli gaciones (cuotas, luminarias, entierros, cirio para el Jueves Santo, etc.). En el primer caso, el Mayordomo costearía cuatro misas que se le dirí an en los altares del Cristo de la Vera Cruz y de la Stma. Virgen (dos misas en cada uno), cuyo estipendio no sería superior a seis reales por misa. En él segundo caso, es decir, que el difun to fuera deudor a la Hermandad, ésta tan solo quedaba obligada a acompañar su cadáver el día de su entierro y pagar la cera para el mismo, corriendo de cuenta de la familia el pago de los derechos eclesiásticos por el entierro y las misas. Igualmente, deciden que los hermanos contribuyan tan solo para las luminarias con la cantidad de un real por persona, dejando de hacerlo para sufragar los entierros. Para las cele braciones de la Semana Santa, el hermano recibi rá un cirio antes de que tengan inicio aquellas, utilizándolo hasta la terminación de la última función. Por el contrario, las hermanas sólo recibirán una vela para el Jueves Santo, estando obligadas a devolver lo obrante una vez finalizada la pro­ cesión. Asimismo, acuerdan admitir limosnas en forma de granos (trigo, cebada o maíz) con los que cebar un cerdo para ser rifado posterior mente, y con su producto costear la construcción de una "repisa" o paso para la Stma. Virgen. Desde el año 1809, el convento de la Vic­toria se convertirá en el lugar de residencia de todas las Hermandades como consecuencia del estado ruinoso de la antigua parroquia, provoca­ do por la ocupación de las tropas napoleónicas que la usaron como fortaleza. En el convento tendrán que convivir todas, compartiendo el espacio y sus funciones religiosas, obligándose a llegar a convenios o acuerdos entre ellas para poder celebrar sus cultos sin molestias mutuas. Este fue el caso del acuerdo suscrito entre esta Hermandad y la de la Corona de Espinas (actual de Nuestra Señora de los Dolores) para celebrar el Sermón de las Tres Horas de Agonía de Nues­tro Señor en la Cruz, pues hasta entonces las dos la organizaban por las mismas fechas en sus respectivas sedes canonicas. Desde ahora lo harían en años alternos comenzando esta de la vera cruz en el de 1816. Ningún documento narra el modo en que celebraban sus procesiones. Si sabemos, en cam­ bio, cómo era llevado el Estandarte. Durante la estación de penitencia, ésta importante insignia era portada por personas muy vinculadas a la Hermandad sin necesidad de vestir la túnica (tra­ dición que todavía conservan dos de nuestras corporaciones). Esta antigua práctica será objeto de regulación en el Cabildo celebrado el 6 de abril de 1817. La información que nos propor­ ciona es de gran interés. Según se desprende del mismo, el portador del Estandarte debería ser hermano de la Cofradía, y éste a su vez, podría invitar como máximo a otras ocho personas para que lo acompañaran en la procesión. Todos ellos, incluidos los acompañantes, obligatoria­ mente deberían ser hermanos de esta Cofradía y no pertenecer a ninguna otras. Poco a poco van perfilando su organiza­ción interna, afrontando problemas que en un principio no se tuvieron en cuenta a la hora de redactar las Reglas, adaptándolas a las nuevas circunstancias de los tiempos. En el Cabildo de 8 de febrero de 1818 intentarán resolver la cues­ tión planteada sobre si los hermanos menores de edad quedaban también sujetos a las mismas obligaciones y derechos que los mayores, espe­cialmente en lo referente al pago de cuotas, luminarias, etc., acordándose finalmente que los menores de quince años no pagarían cuotas ni repartimientos, tan sólo luminarias; que no se les ciaría cirio para la procesión pero si una vela de media libra; si era deseo del menor llevar cirio, entonces su importe tendría que ser costeado por sus padres o representantes, sin que corrie­ ra de cuenta de la Hermandad el facilitárselo. En el Cabildo de 22 de abril de 1821, la Hermandad acuerda no permitir la entrada como hermano al hijo, hija o mujer de cofrade, sin que antes éste presente, como todos los demás, la solicitud o "memorial" contemplado en las Reglas y satisfa­ ga la cuota que se haya establecido. Los cambios impuestos en la nación por los sucesivos gobiernos liberales, afectaron negativamente a las asociaciones religiosas, oca­ sionando en ésta Hermandad una importante cri­ sis económica que casi provoca su desaparición al no poder atender sus necesidades más bási­ cas. Efectivamente, en el Cabildo desarrollado el 30 de enero de 1828, no se dudará en reconocer que muchos hermanos llevaban años sin pagar sus cuotas "(...) por la calamidad de los años anteriores (...)". Para remediar esta grave situa­ción" no dudarán en suspender todos los dere­ chos que pudieran corresponder a los hermanos deudores. Esto significaba que en caso de falle­cer un hermano deudor, la Hermandad no que­ daba obligada a costear los gastos de su entierro ni a sepultarlos en la capilla, yendo sus cuerpos a parar, si no contaban con medios económicos suficientes, a la fosa común del cementerio. Con esta drástica medida esperaban conseguir dos objetivos: primero, presionarlos para que cance­ laran sus deudas con la Hermandad y poder dis­ frutar así de los beneficios que aquella les brin­daba; y segundo, que si el deudor fallecía una vez había sido suspendido o dado de baja de ésta, sus familiares no podrían exigirle nada al respecto, ahorrándose la Hermandad los cuan­ tiosos gastos que suponía su enterramiento. Corno indicábamos algunos párrafos atrás, carecemos de noticias sobre el periodo 1829-1836, lo que no es de extrañar si tenemos en cuenta lo agitado de éste periodo histórico, caracterizado por el continuo ataque de los gobiernos liberales a la Iglesia y a las Cofradías. Tal era la situación que en 1837 la Hermandad se verá inmersa en un nuevo estado de postra­ción que obligará a su Mayordomo a tener que pagar de su propio bolsillo los gastos para la salida procesional del Jueves Santo del año ante­ rior, aunque posteriormente le fuera devuelto. Todavía muchos hermanos seguían debiendo importantes sumas a la Hermandad. El peligro real que existía de volver a otro estado de deca­dencia, determinó que el Cabildo de Oficiales decidiera ofrecer a sus cofrades deudores la posibilidad de cancelar el pago de las dos terce­ras partes de sus deudas, siempre y cuando pagaran el tercio restante antes del 15 de agosto, pues en caso contrario serían expulsados de la Cofradía. Para evitar en lo sucesivo que esta situación se volviera a repetir, determinaron que si un hermano dejaba de pagar sus obligaciones durante dos años, automáticamente sería dado de baja de la Hermandad. Para que todos los hermanos quedaran enterados del particular y no pudieran alegar desconocimiento de esta medida, los acuerdos de éste Cabildo les eran leídos al menos una vez al año. No obstante, si quedaba demostrado que el hermano moroso lo era a consecuencia de su "(...) estado lamentable de miseria (...)", la Hermandad lo acogería con agracio en su seno, encargándose la Diputa­ción (o Junta de Gobier­no) de avisarlo para que asistiese a todas las fun­ciones religiosas que celebrase "(...) colocándolas en el mejor sitio y con el debido respeto hasta verificarse su falle­cimiento haciéndole su funeral correspondiente." Como si de una compañía aseguradora de decesos del siglo XXI se tratara, ésta Herman­dad establecerá que nin­guna persona aquejada de enfermedad grave, de la cual se temiera su pró­ xima muerte, podría ser admitida como hermano. En el caso de que hubie se entrado a formar parte de ella en dichas circuns­ tancias, el hermano o su familia quedaban obliga­dos a pagar el importe íntegro de su funeral. De este modo se pretendía evitar el importante perjuicio económico que le ocasionaría el ingreso de individuos que, con cierta picaresca, procuraban única y exclusiva­ mente ahorrarse los gastos de su entierro por el simple hecho de pertenecer a la Cofradía. En éste prolijo Cabildo también se obligará a los hermanos encargados del gobierno de la Her­ mandad a cumplir fielmente sus deberes, despo jándolos de su empleo si no se atenían estricta­ mente a lo acordado en esta sesión. En el año 1843, el gobierno de la nación intentará poner freno a la gran proliferación de asociaciones religiosas suprimiendo a todas las que en esos momentos no contaran con Reglas aprobadas y a aquellas otras cuyos fines fuesen considerados poco útiles al Estado y a la Reli­ gión. Como ésta Hermandad aún no contaba con sus Reglas aprobadas (al menos no nos ha llegado constancia de tal hecho) por la autoridad eclesiás­ tica, aprovecharán la ocasión para redactar unas Reglas adecuadas a los nuevos tiempos, que asimismo reuniera en un mismo documento todos los acuerdos sobre cul­ tos, ceremonias, dere­ chos y deberes de sus hermanos, etc., que habí­ an sido adoptados en los pasados cincuenta años desde la redacción de las anteriores. Las nuevas Reglas" serán leídas y aprobadas en el Cabildo de 20 de enero de 184324. Las autoridades civiles y eclesiástica las confir­ marán un año más tarde, el 28 de febrero de 1844". Éstas normas van a contener una serie de particularidades que no aparecen en las de 1792. Lo primero que atrae nuestra atención es el nuevo título o advocación que dan a la Santísima Virgen. Si en las Reglas del año 1792 la advocación era de Nuestra Señora de los Dolores, ahora será sustituida por la de María Santísima del Mayor Dolor. El motivo del cambio es desconocido, pero si tenemos en cuenta que por esos años todas las Cofradías residían en el convento, y que las imágenes marianas de las demás Her­mandades ya ostentaban los títulos de Soledad (la Hermandad del Santo Entierro) y de Nuestra Señora de los Dolores (la Hermandad de la Coro­ na de Espinas), más antiguas y con sus Reglas aprobadas muchos años antes que la de Vera- Cruz, con toda probabilidad tendrían en cuenta ésta circunstancia de la antigüedad y decidirían utilizar este nuevo título para evitar no sólo con­ fusiones entre los fieles, sino también los cuan­ tiosos gastos que le supondría el entablar largos pleitos, tan frecuentes en esos siglos, para hacer prevalecer su título sobre el de las demás. Al tiempo de redactar éstas nuevas Reglas, la Hermandad declarará contar con más de 100 hermanos o "socios". Cualquier persona podría ingresar en ella siempre y cuando "(...) su conducta moral no desdiga del piadoso fin y objeto que se propone". A su entrada pagaría una cuota inicial de diez reales de vellón y otro real más cada mes. Los hermanos tenían derecho a ser acompañados en su lecho de muerte por ocho hermanos con cera, a que la Hermandad le costease su entierro, una misa solemne de réquiem y cuatro misas rezadas en el día de su fallecimiento. Si su situación económica era prác­ ticamente de miseria, la Hermandad quedaba obligada a asistirlo en lo necesario. El hermano, en cambio, tenía que asistir a todas las funciones que celebrara la Cofradía, recibir los santos sacra­ mentos tres veces al año coincidiendo con los días de la Invención de la Cruz, Jueves Santo y Corpus Christi. Estas nuevas normas recogen todas las funciones religiosas que venían celebrando desde antiguo y que, por desconocidos motivos, no fueron reflejadas en las anteriores Reglas, así como otras de nueva institución. La fiesta de la Invención de la Santa Cruz, considerada la más importante de las celebradas por las Cofradías de la Vera-Cruz, tenía lugar el día 3 de mayo. Esta consistía en una misa cantada con sermón y pre­ sencia de Jesús Sacramentado; por vez primera aparece el "sermón del lavatorio", ceremonia que tenía lugar en la tarde del Jueves Santo momen­ tos antes de la salida procesional. En el transcur­ so del sermón el sacerdote que oficiaba la misa lavaba los pies a doce hermanos, tal y como hiciera Nuestro Señor con sus apóstoles previa­mente a la celebración de la última cena. A las seis de la tarde se predicaba el "Sermón de Glo­rias de Cristo en la Cruz y María Santísima del Mayor Dolor, y antes de ponerse el sol se ini­ ciaba la procesión por los lugares de costumbre, a la cual todos los hermanos debían acudir con traje "oscuro". Cada dos años, por convenio establecido con la Hermandad de Nuestra Seño­ ra de los Dolores, ésta de la Vera-Cruz celebraba y costeaba el "Sermón de las Tres Horas de Ago­ nía de Nuestro Redentor Jesús en la Cruz" la tarde del Viernes Santo. Todos los gastos ocasionados por estas funciones religiosas aparecen contabili­zados por vez primera en el Cabildo de 7 de abril de 1844. Así, por la fiesta de la Invención de la Cruz se satisfizo la cantidad de 86 reales, por el lavatorio, Glorias y Tres Horas se gastaron un total de 360 reales, y por los derechos de proce sión del Jueves Santo la cantidad de 70 reales. Las actas de los Cabildos celebrados por la Hermandad entre 1844 y 1880 no recogen absolutamente nada de interés para el estudio de su historia, salvo el resumen de los ingresos y gastos realizados en esos años. Es interesante en cambio la modificación introducida el 17 de abril de 1881, a propuesta del Mayordomo Juan Mar­ tagón Reguera, con respecto a los derechos de los hermanos. En el Cabildo de dicha fecha se acordó dejar de pagar los sufragios por los her­manos difuntos (las cuatro misas a que tenían derecho) al considerar que era un gasto "bastan­ te gravoso". La buena actuación de sus Oficiales o Diputados entre los años 1883 y 1886, con su Mayordomo Juan Martagón Reguera a la cabeza, se traducirá en un nuevo impulso para ésta Her­ mandad, que se vería obligada, para su mejor orden y gobierno, a ampliar el número de Oficiales, que pasaron de cinco a siete. A finales del siglo XIX los escándalos durante las procesiones eran frecuentes, y la Puebla y sus Hermandades no serán una excep­ ción, protagonizando ésta uno de ellos que mereció la sanción por parte del Arzobispado. Así, el 11 de abril de 1888, el cardenal Arzobispo de Sevilla, fray Ceferino González, suspenderá a la Hermandad en el ejercicio de sus actividades por las "(...) irreverencias y abusos cometidos en las procesiones que han tenido lugar en la Semana Mayor (...) 29 ". Al parecer, este castigo fue impuesto por los desórdenes que tuvieron lugar la noche del Jueves Santo en el discurrir de la procesión. Según refleja la documentación con­ sultada, los acontecimientos se desarrollaron de la siguiente forma: "(...) a la hora de costumbre se dispuso sacar a aquellas (las imágenes) y en efecto salieron en el mayor orden, pero al transcurrir una hora se observó que la noche se puso mala amenazando lluvias ade­ más del fuerte viento que empezó a arreciar y en vista de esto, los jefes de la Hermandad puestos de acuerdo con las autori­dades eclesiástica y civil dispusieron que la proce­sión volviera a la parro­quia inmediatamente. Ya de vuelta la procesión, y al llegar a las esquinas de calle del Molino un grupo de hermanos, aunque reducido de número, intentaron llevar la pro­cesión por dicha calle Molino y como de esto se apercibieran los jefes y autoridades, estas y en particular la civil, dictó las ordenes más termi nantes, a los dependientes que le acompañaban y pudo evitarse el que realizaran su intento aquel pequeño grupo de hermanos lo cual fue motivo para que se promoviera un pequeño tumulto que inmediatamente fue reprimido por la autoridad continuando su curso la procesión hasta llegar a la parroquia sin que el orden se alterara en lo mas mínimo (…)” La Hermandad recurriría la decisión del prelado alegando que lo sucedido no era causa bastante para que el Arzobispo adoptara una medida tan radical, corroborándolo así el párro­co José Cubero Moreno en su informe de 14 de mayo, pues todo ello se debió "(...) a que con motivo de salir la procesión de distinta iglesia de la que antes salía, la estación que había de reco­rrer era otra que la de costumbre y por tanto algunos querían llevarla por otro sitio y los otros no estuvieron conformes, que después de todo, ni se reprodujeron las irre­verencias a la noche siguiente al ser traslada­das las efigies al conven­to, ni entre los hermanos se observa nada que demuestra disgustos ni escisiones (...)", propo­niendo que fuese levan­ tada la suspensión, como al fin hizo el Arzobispo por decreto de 24 de mayo. La procesión del Jueves Santo sufrirá una importante transforma­ción cuando en el año 1890, siendo José Gutié­ rrez Martagón su Mayor­ domo, y a propuesta del Algunos hermanos participen en ella vistiendo una túnica por vez primera desde su reorganización, ya que hasta entonces el acompañamiento se hacía con traje "oscuro", "de serio" o "de calle". En el Cabildo de hermanos celebrado el 6 de abril del referido año, el hermano Antonio Migoya Parejo dará su parecer sobre la decisión reconociendo"(...) el buen resultado obtenido con el ensayo hecho para adoptar o no en las procesiones el vestir de túnica todos los cofrades, estaba en el fervor santo deseo y hasta en la cultura de todos el aco­ger tal innovación." Todos los presentes en el Cabildo consideraron que la túnica daba más esplendor a la procesión, "(...) más recogimiento en lo santo (...)" y daban prueba de "(...) buen juicio y cultura (...)", acordándose con entusias­mo y unanimidad que todos los cofrades de la Hermandad vistiesen la túnica el Jueves Santo a partir del año 1891, eligiéndose los colores blan­ co y verde para la misma. El éxito que se obtuvo con esa iniciativa fue palpable en el Cabildo del año siguiente, celebrado el 8 de abril de 1891. En él no se dudó en reconocer las ventajas que ofrecía el vestir la túnica y la buena acogida que su uso tuvo entre los cofra­ des, proponiéndose hacer un esfuerzo para que en años venideros todos tuviesen túnica propia, ya que eran indiscutibles las mejoras en solemnidad y recogi­miento observado en el desarrollo de la proce­sión". No obstante, el empleo del nuevo hábito nazareno no tardará en originar los primeros incidentes, destacándose el protagonizado por el hermano Manuel Melero Pérez la noche del jue­ ves Santo del año 1893. Este nazareno abandonó la fila en varias ocasiones para "saciar su sed" en tres establecimientos de bebidas repartidos por el recorrido, en los cuales entró con la túnica pues­ ta, de manera que al llegar al último ya se encon­ traba borracho. Advertido por varios Diputados para que los abandonara, continuó con su acti­ tud y dio lugar a varios escándalos. Con el fin de erradicar esta nueva situación y conseguir que "(...) el buen nombre de esta Hermandad no sufra el más pequeño desprestigio, el Cabil­ do acabaría expulsándolo de la Hermandad". En estos años finales del siglo XIX, la buena situación económica alcanzada por la Her­ mandad en ciertos momentos, favoreció la adqui­ sición de nuevos enseres que enriquecieron su patrimonio. Las numerosas limosnas obtenidas, lo recaudado en rifas y por el cobro de numero­sas cuotas atrasadas de hermanos morosos, per­mitieron la compra de nuevos candeleros, paños de altares, floreros y esteras para la capilla, ropa blanca, zarcillos de oro" y una ráfaga de plata para la Virgen", y una nueva repisa o paso para el Stmo. Cristo de la Vera-Cruz". En 1896, tras cin­cuenta y dos años sal modificar sus Reglas, el Cabildo general acordará "(...) la formación de nuevos Estatutos (...) supuesto que las prácticas que están en vigor no se hallan consignadas en los Estatutos anteriores (...). Se cambiará el título de la Hermandad, añadiéndole la advoca ción de Soledad, de manera que a partir de entonces se denominará "(...) del Smo. Cristo de la Vera cruz y Nuestra Señora de Soledad (...) 37 ". Como observamos, ésta advocación de la Virgen se incorpora ahora ofi­cialmente en sustitución de la del Mayor Dolor, aunque documentalmente consta ya su uso en el año 1888. Desde su reorganización en 1789, los Ofi­ ciales o Diputados fueron elegidos ininterrumpi­ damente cada tres años por el Cabildo General sin que en todo ése tiempo se hayan producido incidentes destacables durante las elecciones, excepto en la que tuvo lugar en 1898. Ese año, en el Cabildo celebrado el 10 de abril, se decidió nombrar sólo al Mayordomo (Antonio Migoya Parejo) facultándolo para que por su cuenta eli­giera a los Oficiales más idóneos para formar la Junta. Tal decisión fue impugnada por tres her­manos, solicitando la nulidad del acuerdo por considerar que no se había cumplido con lo esta­ blecido en las Reglas, pues entendían que las personas elegidas no eran idóneas, proponien­do la convocatoria de nuevas elecciones. Some­ tida la propuesta a vota­ción, la elección sería anulada por trece votos a favor, tres en contra y dos abstenciones, obli­ gando así a la celebra­ ción de una nueva de la que resultaron elegidos el Mayordomo (Antonio Raya Fernández), un Hermano Mayor, el Secretario y cuatro Diput ados. Desde entonces se hace evidente cierta rivalidad entre aquellos que pretendieron ocupar cargos en la Junta de Gobierno, rompiéndose el consenso que siempre hubo entre sus dirigen­ tes, de manera que en las elecciones de 1901 se presentaron por vez primera en su historia dos candidaturas: una, encabezada por Manuel Cal­ derón Ybarra, y la otra por Juan Vecino Quesa­ da. El resultado de la votación sería favorable al primero de ellos. Los problemas económicos volverán a hacer acto de presencia porque muchos herma­nos dejaron de pagar sus cuotas, dejando a la Hermandad en un delicado estado ("precario" dirán en el Cabildo de 7 de febrero de 1906). La situación se mantenía cuatro años más tarde, pues en el Cabildo de 27 de marzo de 1910, al elegirse nuevos Oficiales, el Mayordomo electo (Antonio Contreras González) se ofreció a "(...) hacer cuanto estuviera de su parte por que la Hermandad saliera del estado de postración en que yacía desde años ha, para lo cual y desde ahora solicitaba el concurso de todos los cofrades''." Cinco años más tarde, la situación había mejorado notablemente. En 1915, la gestión que llevó a cabo durante tres años el Mayordomo Juan Romero Reina mereció los "(...) plácemes y todo género de encomio (...)" así como el reconocimiento del Cabildo General de hermanos por "(...) su acertada administración que viene imprimiendo a la Hermandad su actual Diputación (...), apreciándose una importante recuperación económica y estabilidad en el funcionamiento de la Cofradía gracias a sus actuaciones. Desde entonces, y hasta el 23 de abril de 1940 (durante 27 años), Juan Romero Reina sería ele gido ininterrumpidamen te para dirigir los desti nos de la Hermandad con el cargo de Mayor domo. Bajo su mandato se adquirieron unas nue vas "repisas" o canastillas doradas para los pasos, y un juego de candelabros para los mismos (1918-1919). Aún cuando más de cuarenta hermanos aportaron sus limosnas para ese fin, la cantidad recaudada sumada a los fondos propios de la Hermandad resultaron insuficientes para costearlas. Ante tal eventualidad, el Mayordomo "(...) guiado de su espíritu de fe y de un deseo des interesado, visto que los cofrades le dejan iniciativa y dirección, hizo presente que él se ocuparía de todo de manera que se llevara a efecto y que los pasos pudieran ostentar la reforma y los can­ delabros para la Semana Santa y que después de hecho se presentaría las cuentas$ Igual­ mente, y a propuesta del cofrade Juan Díaz Reina, el Cabildo de 15 de abril de 1915 aprobó que quienes acompañasen a las imágenes vesti­ dos de nazareno deberían confeccionarse su pro­ pia túnica, tomándose como modelo el hábito propio de la Hermandad de la Vera-Cruz de Paradas", generalizándose el uso de la túnica. En las primeras décadas del siglo XX paulatinamen­ te fue aumentado el número de personas que ingresaron como hermanos, lo que supuso mayores ingresos económicos que permitieron en 1924 acometer obras de reparación en los tejados e interior de la capilla. En 1926 se colaboró económicamente con el párroco aportando la cantidad de 25 pesetas para sufragar parte de las obras de reparación de los tejados del convento y con 125 pesetas para cambiar su solería por otra de mármo1 46 . La buena situación económica de la Hermandad quedaría patente al aprobarse las cuentas del ejercicio 1927-1928, cerradas con un superávit de 2.673,14 ptas 47 , resultado que exaltó el ánimo de los hermanos que terminaron aprobando la pro­ puesta del Mayordomo de comprar varios cande­ leros para los altares de la capilla, una corona de plata "Meneses" para la Virgen y una jarra y jofai­ na grande para el sermón del lavatorio. La proclamación de la Segunda República en 1931 y la persecución religiosa que sufrieron la Iglesia y sus asociaciones hasta julio de 1936, situaron a nuestras Hermandades en una delicada situación. El Gobierno republicano declaró el laicismo del Estado y despojó a la Iglesia de muchos de sus privilegios. Los partidos políticos y sindicatos de izquierdas manifestaron su rechazo a los católicos y a la Iglesia incendiando iglesias, capillas y conventos. El continuo estado de alarma y preguerra civil vividos en aquellos difí­ciles años llevó a las Hermandades a tener que tomar drásticas decisiones ante el miedo a perder sus imágenes y patrimonio artístico. Las más sonadas y discutidas fueron las de no efectuar las salidas procesionales en la Semana Santa de los años 1932, 1933 y 1936, como efectivamente así lo acordó esta de la Vera-Cruz. El 23 de febrero de 1932, el Cabildo consideraba muy difícil la salida procesional "(...) dado el estado laico de la nación (...)", decidiéndose no salir la tarde del Jueves Santo y en su lugar realizar un Triduo extraordinario aparte de los cultos cuaresmales, que terminaron celebrándose con mayor solemnidad de la acostumbrada. En 1934, una vez establecido en España un gobierno republicano de derechas tras triun­far en las elecciones a Cortes celebradas en noviembre de 1933, las Hermandades deciden volver a salir en Semana Santa y acompañarse mutuamente unas a otras en sus respectivas procesiones para conseguir mayor esplendor en el transcurso de las mismas, como efectivamente sucedió con las de Vera-Cruz y Jesús Nazareno. El año 1936 será nefasto para las Hermandades de penitencia locales en particular, y para la Iglesia en general, tras la victoria del Frente Popular de izquierdas en las elecciones de febrero, que fueron objeto de una enconada prosecución, de mayores proporciones que la de 1932. Con la izquierda nuevamente en el poder, se repitieron los saqueos, incendios y destrucción de numerosos edificios religiosos y con ellos la desaparición de muchas imágenes devocionales de las Cofra­ días, que tuvieron su culminación en los trágicos acontecimientos de julio de 1936 al iniciarse la Guerra Civil. Incendiado el templo del convento la madrugada del 21 de julio de 1936, la Herman­ dad de Vera-Cruz sufrirá el lamentable e injustificado destrozo de sus amadas imágenes titulares. Los hermanos que aún permanecían fieles, continuaron con el culto y garantizaron la continuidad de la Hermandad acordando en el Cabildo extraordinario celebrado el 15 de noviembre de 1936, la adquisición de dos nuevas imágenes, facultando para ello a Juan Romero Reina, su Mayordomo, para que iniciase las gestiones necesarias ante diversos escultores y contratara la ejecución de dos nuevas. El 3 de diciembre del 1936 se firmó el contrato con el escultor de Jerez de la Frontera Ramón Chaveli para la talla de un crucificado y una dolorosa, ambas por el precio total de 1.400 pesetas, pagaderas en tres plazos. Para poder afrontar su pago hubo de abrirse una suscripción popular. El resultado de esta póstula fue que un total de 369 hermanos y devotos aportaron la cantidad de 1.628,25 pesetas, más que suficientes para pagar cómodamente las imá­ genes, que posesionaron por vez primera en la Semana Santa de 1937. Finalizada la Guerra Civil, la Hermandad emprende una nueva etapa en la que dirigió todos sus esfuerzos a reponer el patrimonio destruido. El 23 de abril de 1940 son elegidos nuevos cargos de la Junta de Gobierno tras finalizar el último mandato del Mayordomo Juan Romero Reina, quien desde 1915 venía dirigiendo ininterrumpidamente los destinos de la Cofradía. La responsabilidad del cargo de Mayordomo recayó en José Aguilar Reina. La nueva Junta de Gobierno acometerá la recuperación de sus primitivas imágenes titulares que habían aparecido mutiladas entre los escombros del convento, pero afortunadamente no estaban quemadas y podían ser restauradas. El excesivo tamaño del Cris to tallado por Chaveli dificultaba su recorrido procesional por las calles, dado que los cables del alumbrado público estaban a muy baja altura y obstaculizaban su paso. Esta circunstancia, y el hecho de que la población lo conociera popularmente, y no sin cierto aire despectivo, como el "Cristo electricista", fue determinante para acele rar el proceso de restauración de la imagen antigua, encomendándose las tareas restauradoras al escultor y ceramista sevillano Enrique Orce Már mol, sentimentalmente vinculado a La Puebla de Cazalla ya que parte de su familia era natural de ellas. En el Cabildo de 29 de septiembre de 1940 se aprobó la venta de las nuevas imágenes y la restauración de las antiguas, dándose cuenta de ello al Vicario General del Arzobispado en solicitud de la correspondiente licencia o autorización eclesiástica. Seis meses más tarde, el 30 de marzo de 1941, la venerada imagen del Stmo. Cristo de la Vera-Cruz, objeto de la devoción de numerosas generaciones, estaba por fin reconstruido a total satisfacción de los hermanos pues "(...) había quedado perfectamente restaurada ya que no parece siquiera que fue destrozada (...)" El 19 de abril de 1942 la Junta de Gobier no es nuevamente renovada. Para el cargo dé Mayordomo será elegido Juan Ramón Rodríguez Ramos. Bajo su mandato se procederá a la venta de la imagen del Cristo tallado por Ramón Chaveli a una Hermandad de Guadalcanal, localidad en la que actualmente recibe culto. El precio de venta convenido fue de 1.125 pesetas, corriendo de cuenta de la compra dora los gastos del traslado Ntro. Padre Jesús Nazareno a la que pagó 2.500 ptas por el suyo, extendiéndose documento cont ractual" fechado el 21 de enero de 1945. Gradualmente, la Hermandad va adquiriendo protagonismo, rehace su patrimonio y decide abrirse al exterior formando parte de la Confraternidad de Hermandades de la Santa Vera-Cruz de la Archidiócesis de Sevilla. A mediados del pasado siglo XX, concretamente en el periodo 1949-1955, y bajo la dirección de Antonio Cárdenas Cabello como Mayordomo, se acometerán algunas reformas en la capilla, abriéndose un gran arco o hueco en la pared lindera a la nave central del convento, semejante al que actualmente cierra la reja de forja de 1881, en la que se colocó "provisionalmente" (aún sigue allí) una baranda de madera "(...) hasta que la situación económica permita colocar otra de hierro que haga juego con la cancela existente", se sustituye la solería y adecentan los retablos y camarines, confeccionan nuevo Estandarte (se traspasa el bordado a otro terciopelo) y Simpe­ cado. Asimismo, en 1953 se introduce otra modi­ ficación en el diseño de la túnica nazarena y se adquiere la candelería para el paso de palio, un manto de terciopelo negro y una saya negra bor­ dada que fueron estrenadas el Jueves Santo de 1955'. En este periodo de tiempo, el estado eco­ nómico de la Cofradía fue casi siempre de supe­rávit, aunque en ciertas ocasiones llegó a alcan­ zar el déficit, obligando a la Junta de Gobierno a incrementar la cuota anual de hermano para poder enjugarlo, pasando de 5 pesetas en 1941 al doble (10 ptas) a finales de 1955. Una nueva Junta de Gobierno presidida por el Mayordomo José Cejudo Vargas protago­ nizará los años 1955 a 1958. El primer acuerdo importante de esta nueva directiva será fijar defi­ nitivamente el título que desde entonces designa a la Hermandad. La propuesta partió del párroco Antonio Hernández Parrales en el Cabildo que se celebró el 10 de febrero de 1956. Desde enton­ ces la corporación se denominará "Hermandad del Stmo. Cristo de la Vera-Cruz y María Stma. del Mayor Dolor en su Soledad". Del mismo modo, se embarcará en la compra de unas nue­ vas parihuelas y palio para el paso de la Stma. Virgen y reformará el paso del Cristo. La fecha y forma de celebración de algunas de sus funcio­ nes religiosas son modificadas: el Triduo que tenía lugar en el mes de mayo con motivo de la festividad de la Invención de la Santa Cruz, es trasladado a los primeros días de Cuaresma, limit ándose a celebrar el día 3 de mayo una misa en el altar del Stmo. Cristo". En 1958, y para un periodo de tres años, es elegida una nueva Junta de Gobierno a cuyo frente estaría Miguel Morilla González como Mayordomo. La escasa documentación conservada en el archivo de la Hermandad y la prácticamente nula información que nos ofrecen las escasísima actas que se redactaron en dicho periodo, impiden estudiar con detalle los avatares de la Cofradía en esos años. Si consta, en cambio, que su patrimonio artístico se verá sensiblemente incrementado con la adquisición de un nuevo paso para el Stmo. Cristo, cuyo costo ascendió a la cantidad de 13.000 ptas, y el aumento en 1960 de la cuota de hermanos, que pasó de 10 a 20 pesetas anuales. Los documentos parecen indicar que en esta etapa de su historia la Hermandad pasó por unos momentos de profunda crisis económica y de gobierno, que abarcó los años 1961 a 1969, en los cuales su actividad fue mínima, limitada prácticamente a la organización de sus cultos y procesión del Jueves Santo. Desde 1963 y hasta 1969, la Junta de Gobierno bajo la dirección de Manuel Orellana Ávalos como Mayordomo, a duras penas pudo dirigir sus destinos. Fueron años difíciles en los que se vieron obligados a subir la cuota de hermanos de 20 a 60 pesetas anuales (más de un 30%) para afrontar los gastos ordinarios de la Cofradía que en 1964 arrojaba un importante déficit de 15.000 pesetas, que llegó a 15.932,30 ptas en 1967, cantidades que tuvieron que ser suplidas por el Tesorero (Domingo Gutiérrez Delgado) y el Mayordomo (Manuel Orellana Ávalos). En el Cabildo General celebrado el 26 de enero de 1967, tras dos años sin que se hubiese convocado ninguno, y teniendo en cuenta lo insostenible de la situación, todos los miembros de la Junta presentaron su dimisión. La gravedad del momento movió al hermano Fran cisco Romero Muñoz del Pozo a tomar la decisión de hacerse cargo de la Hermandad como su Mayordomo, con la condición de que "C..) él for­maría la Junta de Gobierno con los Sres. que él creyera más convenientes Los asistentes lo aceptaron así y se ofrecieron a colaborar con él en todo lo que fuera preciso". Los problemas no sólo no se resolvieron sino que aumentaron, la situación económica y de gobierno había empeorado. El acta del Cabildo de 16 de marzo de 1969 es elocuente al respecto. En ella se utilizan expresiones como "(...) sacar de la situación precaria en que se encuentra (...)" , "C..) mal de organización existente (...) que de inmediato es necesario atajar por todos los aquí presentes, ya que si dicho mal llegase a con­tinuar daría al traste con la existencia de tan antigua y fervorosa Hermandad (...)", "(...) ha carecido de su poder directivo (...)" . Al no encontrar suficiente apoyo, a Francisco Romero Muñoz del Pozo le fue del todo imposible constituir una Junta de Gobierno válida que tomara las riendas de la Hermandad y por ello renunció al cargo, dejándola en manos de una comisión presidida por Manuel Orellana que apenas pudo afrontar la Cuaresma y Semana Santa de 1969. Esta comisión decidió enviar una circular a todos los hermanos en la que les explicaba el estado de decadencia por el que atravesaba la Cofradía "(...) ante la negligencia de cuantos hermanos eran requeridos para hacer frente a dicha situación ..)» Los hermanos reunidos en Cabildo tomarán la decisión de "C..) hacer florecer las virtudes sobrenaturales sobre el apego a lo temporal, y a la ostentación y pompa de la que aquí reunidos humildemente reconocemos haber hecho gala y por cuyos actos nos confesamos total y absolutamente arrepentidos, haciendo promesas para que la Hermandad (...) recupere su orden, sus virtu­des y se acomode preferentemente a la actual doctrina con ciliar (...)" . Para cumplir esos objeti­vos es nombrada una comisión que se comprometiera a cumplir las Reglas y "(...) acometa los problemas con energía (...)", designando a Anto­nio Rodríguez Barrera como Mayordomo y a Tiburcio Jiménez Martagón como Hermano Mayor, a quienes se les hace el encargo de elegir a los demás miembros de la Junta de Gobierno y organizar los cultos y procesión. Los restantes Oficiales tomarían posesión el 25 de marzo. La Junta de Gobierno así constituida adoptará sus primeras medidas, que fueron: salir procesionalmente el Jueves Santo "(...) en la forma de un piadoso Vía Crucis (...)", celebrar mensualmente una misa por los hermanos difun­tos, modificar la estructura de los pasos para que pudieran ser llevados a ruedas, ahorrándose así el alto gasto que representaba la contratación de costaleros (entonces profesionales), colaborar con Caritas Parroquial aportando la cantidad de 3.000 ptas y con el Club de Ancianos sufragando diariamente dos comidas a los ancianos más nece­ sitados, sustituir el Triduo que celebraban en Cuaresma por un Quinario, confeccionar nueva túnica (distinta a la usada hasta entonces) que pasaban a ser totalmente blanca, con cordones y botonadura verdes. La anterior era blanca, con festón verde en el bajo y en las bocamangas, anti­ faz blanco de escapulario ribeteado de verde, y verde desde la frente hacía arribas. El Vía Crucis cele­ brado la noche del Jue­ves Santo volverá a coinvertirse en salida proce­ sional de la Cofradía con ambos pasos en la Sema­na Santa de 1970, propo niéndose que la estación de penitencia se iniciara a las once de la noche y finalizara a las dos de la madrugada". Para realizar la procesión con la mayor dignidad posible adquirieron seis jarras plateadas, flores de cera y de plástico para completar el paso de palio, y se contrató una banda de música para que acompa­ ñara el discurrir del paso de la Stma. Virgen de la Soledad. Durante unos años, las flores que ador­ naron y perfumaron los pasos de la Hermandad de San Benito de Sevilla fueron utilizadas en los de ésta gracias al compromiso obtenido por el Prioste de aquella (José María. Rodríguez Guillén) con el Mayordomo de ésta (Antonio Rodríguez Barrera), ambos unidos por una relación de parentesco. Al paso de Cristo se le incorporó una imagen de María Magdalena propiedad de la Hermandad de su nombre de la vecina localidad de Arahal, que fue facilitada gracias a la amistad que uno de los miembros de su Junta de Gobier­ no tenía con el Mayordo­ mo de ésta. Finalizada la procesión era devuelta para su salida en Arahal la tarde del Viernes Santo. Los problemas económicos eran impor­tantes, especialmente agudizados por el alto coste que suponía la con­ tratación de cuadrillas de costaleros profesionales, cuyo número hubo de incrementarse al aumen­ tar el tamaño de las pari­ huelas. Para economizar en gastos no tuvieron más remedio que pres­cindir de los costaleros de ambos pasos. Ahora las imágenes serán porta­ das en parihuelas a las que se les incorporó un chasis metálico con cua­ tro ruedas de automóvil, volante y asiento para un conductor, empujado desde el interior por una o dos parejas de jóvenes. Éste novedoso sistema no fue del agrado de todos, y al año siguiente se acordó hacer un importante esfuerzo económico y prescindir de él, al menos, en el paso de palio ante "(...) la notable pérdida de brillantez que al recorrido procesional proporciona el mentado sistema de ruedas (...) 66 ", y puesto que había mejorado notablemente la economía de la Her­ mandad con respecto al año anterior, se decidió volver a los costaleros en el paso de la Stma. Vir­ gen. Al conocerse ésta noticia, algunos de los hermanos más jóvenes tomaron conciencia de la situación y se ofrecieron voluntariamente como costaleros del paso de palio, actitud que fue aceptada y aplaudida con gran satisfacción por la Junta de Gobierno, convirtiéndose así en los pri­ meros hermanos costaleros de ésta Hermandad que posesionaron el Jueves Santo del año 1972. El movimiento de jóvenes en el entorno del costal supuso la revitalización de la Herman­ dad, la cual, aún pasando por algunos apuros económicos, vio incrementado el número de sus actividades y la convivencia entre sus miembros. Renovó los enseres y estudió algunos proyectos que redundaran en beneficio de todos los her­manos, como fue el intento de adquirir sepultu­ras en el cementerio municipal para los herma­ nos cofrades que falleciesen, aunque nunca pudo llevarse a cabo. Por último, la Junta de Gobierno se aprestó a realizar obras de consoli­dación y adecentamiento de la capilla (1973) y de la casa repisa (1974), emprendiendo la con­fección de un nuevo palio (1975). En 1979, la Junta entonces presidida por Diego Hidalgo Puerto encargará la ejecución de unas parihuelas nuevas para el paso del Stmo. Cristo a fin de ser portado por costaleros la Semana Santa de ese mismo año. Ahora, jóvenes hermanos se integrarán como Vocales en su Junta de Gobierno, ayudando a ésta en sus tare­ as e impulsándola a la compra de enseres que enriquecieran su patrimonio artístico. De manera que en 1980 es encargado un juego de varales plateados al taller sevillano orfebrería "Hijos de Juan Fernández"; se confeccionan nuevas bam­ balinas para el paso de palio y sustituyen la anti­gua canastilla dorada del paso de Cristo por otra de madera color caoba (1981) que ha venido usando hasta el año 1999. En 1984 son estrena­dos unos respiraderos plateados para el paso de palio ejecutados por los orfebres "Hijos de Juan Fernández". A lo largo de ésta obra se ha tratado en diversas ocasiones sobre la túnica de ésta Her­mandad, al haber cambiado frecuentemente su diseño durante la corta etapa de su historia. La combinación de colores y tejidos nunca había sido del total agrado de sus hermanos, de forma que en 1982 se decide ampliarla con la adición de una capa de raso verde y cinturón del mismo género en sustitución del cordón verde, estre­ nándose La entrada en vigor de las Normas Dioce­sanas para Cofradías y Hermandades de la dió­ cesis sevillana, aprobadas por el Arzobispado de Sevilla en 1985, supusieron la legalización efecti­ va de esta Cofradía. La nueva reglamentación eclesiástica obligaba a todas las Hermandades a modificar sus Reglas o a redactar unas nuevas que adecuaran sus contenidos y régimen de fun­ cionamiento al Código de Derecho Canónico recién promulgado') por S.S. Juan Pablo II, ombligándolas a la convocatoria de elecciones que permitieran la renovación de todos los cargos de las Juntas de Gobierno. La Hermandad de la Vera-Cruz redactará sus Reglas y las someterá a la aprobación del Cabildo General de hermanos en la sesión convocada para el 11 de abril de 1986, obteniendo la preceptiva aprobación eclesiástica, contenida en el Decreto de 15 de junio de 1988 firmado por el Vicario General del Arzobispado, convirtiéndose de este modo en la primera Her­ mandad de La Puebla de Cazalla en disponer de unas Reglas aprobadas conforme a dichas dispo­ siciones eclesiásticas. En sus nuevas Reglas, aún vigentes, esta­blecen corno fines propios el culto público, amar y servir a Dios sobre todas las cosas, a la Stma. Virgen María Madre de Dios y de la Iglesia, y al prójimo, ayudándolo en su formación y santifica­ ción, agrupar a cuantos bautizados quieran dar cauce a su vida cristiana mediante el culto inter­ no y externo, animándolos a un mayor conoci­miento y vivencia del mensaje de Jesús, y especialmente a la formación cristiana de sus hermanos. Establecen que a ella podrá pertenecer cualquier persona que no esté legítimamente impedida por el Derecho Canónico, debiendo prestar juramento de defender en público y en privado todos los Dogmas de la Iglesia Católica, la fidelidad al Papa y de cumplir sus Reglas. Inmediatamente se convocará Cabildo General de Elecciones, el cual tuvo lugar la mañana del 21 de mayo de 1989 con la partici­pación de 117 hermanos que emitieron su voto favorable a la única candidatura presentada, pre­sidida por José Sánchez Jiménez como Hermano Mayor, el cual tomó posesión de su cargo junto a los demás Oficiales, el 25 de junio de 1989.Ahora el principal Oficial de la Junta no será el Mayordomo, como había sido común y tradicio­ nal en la práctica totalidad de las Hermandades y Cofradías, sino el Hermano Mayor. Legalmente establecida, ésta secular Hermandad entrará en una etapa de consolidación dirigida ahora por muchos de aquellos jóvenes que a inicios de la década de los ochenta se acer­ caron a ella para prestar su ayuda. El primer asunto a tratar por ésta nueva Junta será acometer la construcción de una Casa-Hermandad de la que hasta entonces carecía para "(...) poder llevar a cabo uno de los fines de ésta Hermandad, que es el de la evangelización y formación cristiana de todos sus hermanos (...)". La oportunidad se presentó meses más tarde. En 1990 el hermano Rafael Gómez Jiménez, por todos conocidos como "el Fiel", les ofreció en venta su domicilio particular con el fin de construir en su planta baja las dependencias de la Casa Hermandad. La oferta fue aceptada por el Cabildo General el 3 de febrero de 1991, aprobando la compra en las condiciones establecidas. Varios hermanos anticiparon el dinero necesario para afrontar los primeros pagos. Hechas las precisas remodelaciones es finalmente bendecida el 11 de agosto de 1991, lográndose en poco tiempo uno de sus principales objetivos, esto es, disponer de un lugar de encuentro no sólo de los hermanos sino también de todos los cofrades de la localidad, en el cual se han disfrutado, y disfrutan, importantes momentos de convivencia como los "potajes" o almuerzos de Hermandad, pregones de la Vera-Cruz, a cargo de distinguidos hermanos de la Cofradía, conferencias diversas impartidas por importantes personalidades del mundo de las Cofradías sevillanas, charlas, coloquios y mesas redondas protagonizadas por hermanos y cofrades de la localidad, exposiciones y proyecciones fotográficas, fiesta de la Cruz de Mayo, clases de catequesis a niños próximos a su primera comunión, presentación de libros, etc. A fines del siglo XX, gracias al impulso, esfuerzo y entusiasmo de su juventud, y al apoyo económico y sentimental de los hermanos más veteranos, se alcanzó cierta mejoría y estabilidad económica que permitió la remodelación de ambos pasos. En el de Cristo se sustituyeron los hachones metálicos por otros de madera tallada; el paso de palio fue enrique­ cido con una artística candelería de metal plateado ejecutada por los talleres sevillanos "hijos de Juan Fernández", también autores de los respiraderos, de los doce nuevos varales del palio y restauración de la corona de salida de la Stma. Virgen. Desde que fueran aprobadas las Reglas, sus Cabildos de Elecciones tendrán lugar periódicamente cada tres años. En el de 10 de mayo de 1992, al que acudieron 58 hermanos, resultó elegido José Torres Loquiño como Hermano Mayor acom pañado de 8 Oficiales que tomaron posesión de sus respectivos cargos el 28 de junio de ese mismo año. Bajo su dirección, y ante la falta de recursos económicos suficientes para atender puntualmente los préstamos facilitados para el pago de la Casa-Hermandad y costear con el esplendor deseado la procesión del Jueves Santo, la Junta de Gobierno decidirá suprimir el acompañamiento musical en la estación de penitencia durante tres años consecutivos para economizar en gastos a partir de la Semana Santa de 1993. En esos años, la estación de penitencia estará caracterizada por su mayor austeridad y recogimiento. Asimismo, del hermano Rafael Gómez Jiménez conseguirán la cesión de una serie de bienes particulares que, con el paso del tiempo, han demostrado ser pilares fundamentales para el desarrollo de la Hermandad: los instrumentos musicales necesarios para crear una banda de música en la que participaran los jóve nes de la localidad, y los pequeños pasos (verdaderas obras de artesanía) con los que desde mediados de la década de los setenta aquél vino celebrando las procesiones de la Cruz de Mayo, encargándose ahora la Hermandad de su organización. Fiel a su espíritu participativo y de colaboración con cuantas personas, entidades y asociaciones se lo solicitan, en septiembre de 1993 ésta Hermandad (al igual que las restantes de la localidad) colaboraría con las religiosas del Rebaño de María en la organización de la salida procesional extraordina­ria de la imagen de la Divina Pastora al celebrarse el primer centenario del establecimiento de dicha comunidad en la villa, estando a su cargo el exorno floral del paso y la aportación de los hermanos costaleros del paso de la Stma. Virgen de la Soledad. Un importante desahogo económico se registrará en la Hermandad cuando las hermanas del Rebaño de María les propongan la adquisición de su antiguo almacén o "casa repisa", situada en el interior del patio del colegio, para poder ampliar las instalaciones del centro escolar. El Cabildo General prestó su conformidad el 13 de marzo de 1994, formalizándose el contrato de compraventa el 27 de noviembre de ese mismo año. El 7 de mayo de 1995, tuvo lugar un nuevo proceso electoral del que resultó elegido José Antonio Gómez García como Hermano Mayor, y reelegido en el Cabildo de Elecciones de 4 de octubre de 1998. En la sesión de la Junta de Gobierno de 19 de octubre de 1995 se tomará un acuerdo de gran trascendencia: la futura creación de una banda de cornetas y tambores propia, que permitiese el acercamiento a la Hermandad de numerosos jóvenes. Dicho acuerdo se vio favorecido por la considerable mejoría de su estado económico, alcanzada gracias a la venta de la casa repisa. Esa mejoría permitió la contratación de una banda de música que acom­ pañase al paso de palio. También pudo afrontarse otro proyecto de gran envergadura: la adqui­sición de un palio bordado en oro con aplicacio­ nes de tisú (1995-1996), obra del artista de Bollu­ llos de la Mitación Benjamín Pérez Pérez. Para ello fueron organizadas diversas actividades (fiestas, cenas, cuotas mensuales, actuaciones musicales y representaciones teatrales, certamen de saetas, festival taurino benéfico con la participación de consagradas figuras del toreo) de los cuales salieron los recursos económicos necesarios. Los importantes ingresos conseguidos sirvieron para cancelar muchas de sus deudas e incrementar notablemente los fondos de su Bolsa de Caridad, a la que destinan el diez por ciento de sus ingresos ordinarios. El protagonismo de la Hermandad en la vida local aumentaba día a día, culminando con la presentación oficial de su Agrupación Musical el 16 de febrero de 1997. No satisfechos con el diseño del hábito nazareno, éste es vuelto a modificar, justificandose el cambio en la necesidad de evitar la proliferación de diversas tonalidades del color verde existente entre los nazarenos, causadas principalmente por el mal estado de conservación de muchas túnicas y capas, de manera que deciden suprimir la capa verde e instaurar el antifaz verde, el cordón franciscano de idéntico color y el nuevo escudo ovalado identificativo de la corporación. En estos últimos años han sido variados los acontecimientos de tipo cultural organizados por ésta Hermandad, destacando la representa­ ción de la admirable obra dramática titulada "La Pasión" por antiguos alumnos Salesianos de Sevilla los años 1999 y 2001. Además, en la fiesta de la Cruz de Mayo celebra concursos infantiles de pasos y organiza semanalmente juegos y talleres infantiles dirigidos por miembros de su Grupo Joven. Por último, ésta Hermandad afronta ilusionada el nuevo siglo XXI poniendo en práctica tres deseados, importantes y ambiciosos proyectos: 1) que su Agrupación Musical acompañara a la Stma. Virgen de la Soledad tras su paso de palio el Jueves Santo y aumentar el número de sus contrataciones dentro y fuera de la localidad; 2) que dicha Agrupación haya emprendido la grabación de su primer trabajo discográfico, que verá la luz el próximo domingo día 3 de marzo. Editado por Discos Pasarela, titulado "Saetas y Sones en La Puebla de Cazalla", en el que han participado José Menese, Diego Clavel, Manolo Catato, Raúl Montesinos, Rubito de Pará hijo y Ana Ramírez; 3) y acometer la ejecución de una canastilla neobarroca para el paso del Stmo. Cristo de la Vera-Cruz, realizada en madera de cedro por el tallista Gonzalo Merencio Álvarez sobre carpintería de los talleres de Manuel Caballero Farfán, cuya primera fase fue estrenada el Jueves Santo de 2.000 aún sin tallar. Imagen tomada en el Santo entierro magno de La Puebla de Cazalla en el año 2.002 PATRIMONIO La sede corporativa de la Hermandad de la Vera Cruz es el convento de la Candelaria , anteriormente denominado de San Francisco de Paula, y conocido también como convento de San Francisco. Es un edificio de tres naves y crucero de finales del siglo XVI y principios del XVII, aunque sufrió importantes reformas en el siglo XVIII y mediados del XIX. Adosado al convento, en el lateral derecho se encuentra la capilla de la Cofradía , que como ya hemos indicado fue realizada en 1797. Cuenta con dos arcos, uno de ellos con cancela de forja, utilizándola de entrada. La capilla es rectangular con dos capillas de frente para colocar las imágenes titulares de la Cofradía , con camerinos interiores con entrada por una puerta común. Al a izquierda cuenta con un enorme cuadro, que representa a la Virgen de la Aurora , dañado casi totalmente por el fuego durante la guerra, y enfrente de éste hay una hornacina con el estandarte del siglo XVII. En 1947 el párroco de la villa solicitó a la Hermandad que se trasladara a la Parroquia , hecho que no fue aprobado por el Cabildo de la Hermandad. Capilla de la Hermandad Las imágenes titulares de la Cofradía son el Santísimo Cristo de la Vera Cruz , de finales del siglo XVI comienzos del siglo XVII, obra anónima de tamaño reducido, que según se cree era la que presidía el altar mayor del convento que como ya hemos indicado, sufrió importantes desperfectos en el incendio que se produjo en convento en 1936. por ello, en 1940 se encarga a Enrique Orce su restauración. En 1996, dado el mal estado en que se encontraba la cruz, se sustituyó por otra nueva de proporciones similares a la anterior. Ésta fue realizada pro el artista local Jesús Ruiz Lobo, según un diseño de José Joaquín Arriaza García. La talla de la Virgen de la Soledad es también de autor anónimo que como la anterior, sufrió numerosos daños en 1936, siendo también restaurada en 1942 por Enrique Orce. Stmo. Cristo de la Vera+Cruz y Mª Stma. del mayor dolor en su Soledad El paso del Cristo es de estilo neobarroco con cartelas en los centros y esquinas, obra del taller de Manuel Caballero Farfán con talla de Gonzalo Terencio Álvarez, estrenado en la Semana Santa del 2000. En el paso de palio destaca la orfebrería de los Hermanos Fernández. Entre los bordados que la Hermandad posee es de destacar el ajuar de la Virgen , conservado de época antigua. Tanto la saya como el manto son de autor desconocido, pero es posible que el bordado del manto sea aquél que en las Actas de 1863 se indica que se pasó a nuevo tejido. El palio está realizado con aplicaciones en tisú, y es obra de Benjamín Pérez. Podemos destacar además un estandarte en el que se representan alegorías de la Pasión realizado en el siglo XVII.

    BIBLIOGRAFÍA Jose Cabello Nuñez, Santo entierro Magno La Puebla de Cazalla.2002. pgs. 85 - 104